
Uno de los miedos más aterradores que sienten los padres es que sus hijos prueben las drogas y se conviertan en consumidores habituales de las mismas. Las consecuencias del consumo son conocidas por todo el mundo y por ello, la prevención es la tarea número uno de los padres. Sobre todo porque está demostrado que el consumo temprano puede aumentar las posibilidades de que el afectado desarrolle una adicción.
Hay que tener en cuenta que los adolescentes están en un periodo de cambio y transición en el que el deseo de probar cosas nuevas o correr riesgos, probarse a í mismos y sentirse más adultos forma parte del crecimiento. Es un momento de afirmación de personalidad y de conflicto.
En ocasiones, perciben esta etapa como un momento de experimentación y prueba, en la que pasarlo bien y disfrutar con sus amigos, con los que desarrollan un vínculo muy intenso e importante en este momento.
Según los expertos, el primer paso es generar entre padres e hijos un clima de transparencia y confianza en el que los hijos se sientan cómodos y seguros para poder exponer sus dudas o hablar sobre cualquier tema.
Esto no se construye de un día para otro y sin duda, se trata de algo que no solo es importante para prevenir el consumo de drogas, sino para tener una buena relación entre padres e hijos y afrontar cualquier problema con tranquilidad y comunicación.
Si se genera este ambiente de comunicación fluida, sin juicios ni desconfianza, es posible que el hijo sea el primero que confiese que alguien de su entorno ha probado esto o aquello o que se le ha ofrecido, sobre todo en una edad temprana.
Será más sencillo para ambos si el adulto se pone en la cabeza de su hijo, si recuerda las motivaciones y los impulsos de esa etapa, si intenta ser flexible y coherente, ofreciendo valores sobre los que el adolescente pueda fijarse.
Los padres son los primeros que deben ser expertos en las consecuencias del consumo de drogas para poder responder las dudas y preguntas de los hijos con argumentos con peso. Nada de ‘eso es malo’, sin más.
Es tarea de los padres ofrecer la información a los hijos, ayudarles a reflexionar y a pensar de forma crítica e independiente. Esto, además de reforzar su autoestima, incide en la necesidad de que los hijos sean responsables de sus actos y decisiones.
Hay que evitar dramatizar así como quitarles importancia. Es necesario calibrar las consecuencias, desvincularlas de los ideales de libertad o transgresión que en ocasiones llevan aparejados, para hablar sobre el tema de forma sencilla, directa y tranquila.
Evitar el tema no lo hace desaparecer. Hay que pensar que si no son los padres los que se ocupan, dejan a sus hijos jugando solo con la información que consumidores de las drogas tienen, que no suele ser muy conveniente. Nadie más va a ir a explicar lo que pueden tener entre manos.
Eso sí, una cosa es hablar y otra interrogar, acosar, discutir, desautorizar, atacar… Esto puede tambalear y destruir el clima de confianza creado entre padres e hijos. En el momento que el adolescente perciba a un adulto autoritario, tratándole como un niño que no sabe nada, se cerrará en banda.
Ante la mínima sospecha, los padres pueden preguntar, con tranquilidad, qué les ha llevado a consumir, quién se lo ha ofrecido, si ha sido algo puntual, si conoce los riesgos de las mismas. Es preferible mostrar preocupación y guardar la rabia, el enfado o la frustración.
Es interesante también hablar con los profesores del colegio e incluso, pedir ayuda profesional para poder recibir consejos adecuados y ayudar a llevar este proceso de la forma más conveniente posible para el adolescente.
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