
Aunque en España la edad mínima para comprar y beber alcohol son los 18 años, el consumo de bebidas alcohólicas entre menores no solo es un hecho sino también un problema social de cada vez mayor repercusión.
Numerosos estudios han demostrado que el consumo de alcohol en menores tiene efectos muy evidentes en su desarrollo mental, en su vida estudiantil y en su crecimiento para llegar a ser adultos.
Los menores están todavía desarrollándose, por lo que el cerebro está en un proceso muy delicado que puede verse afectado por la ingesta de alcohol. En un momento tan vulnerable, en el que el menor comienza a saber resolver problemas por sí mismo, a tener más empatía, a ser más independiente y a razonar por sí solo, el alcohol puede ser un mal compañero.
¿Cómo llega un menor a estar en contacto con el alcohol?
Son numerosos los factores que llevan a un menor a comenzar a beber. Que su entorno beba, una situación social difícil, la presión de los amigos, la costumbre del entorno, los medios de comunicación o la ficción que naturalizan ciertos hábitos…
Según los investigadores, algunos de los factores que más influyen al final es la estructura familiar, la estabilidad que de ella se emana, los niveles de ingresos y la violencia existente en el entorno.
¿Cómo afecta el alcohol a los estudios?
Está demostrado que el alcohol modifica de forma irreversible las áreas de aprendizaje y de memoria, así como las áreas que dominan las habilidades verbales y la percepción del espacio. Por lo tanto, quien consume de forma habitual puede ver estas áreas afectadas, con lo que ello influye en los estudios.
¿Qué otros problemas tiene aparejado el consumo de alcohol?
- Comportamiento desinhibido
- Comportamiento violento
- Peleas y riñas con amigos o con desconocidos
- Accidentes de coche
- Consumo de drogas
- Relaciones íntimas de riesgo
- Contagio de enfermedades de transmisión sexual
¿Qué pueden hacer los padres para tratar este problema?
Como siempre decimos, es importante que haya un clima de transparencia y comunicación en la que tanto padres como hijos se sientan cómodos y sean sinceros. Los padres deben fomentar este clima para que el hijo se sienta libre de contar la verdad.
Los padres deben ser los primeros en alertar sobre el consumo de alcohol y los problemas que esto lleva aparejado, de forma franca y real, sin quitarle importancia ni dramatizar.
Deben intentar diferenciar entre lo que es un consumo responsable una vez se ha pasado la edad permitida y un consumo excesivo hasta llegar a un estado de embriaguez peligroso y muy perjudicial. En esta parte hay que incluir que los padres deben hacer un esfuerzo por comprender la curiosidad de los hijos por probar cosas nuevas y sentirse adultos.
Es clave dejar los prejuicios y los enfados a un lado, sobre todo si el hijo está confesando algo incómodo para los padres. Si de pronto llegan las riñas, el hijo se cerrará en banda y no habrá forma de retomar el diálogo hasta otra ocasión.