
El primer grupo de influencia para un niño es su familia. Todo lo que ocurre en ese entorno deja una huella muy honda en la mente del pequeño, ya que es de allí de donde va a crear su carácter, de donde sacará sus hábitos y su actitud ante la vida.
La familia consolida la identidad y la autoestima del niño y moldea su forma de vivir. Por ello es muy decisivo todo lo que ocurre, sobre todo si es negativo. En ocasiones hemos hablado sobre los efectos de un entorno violento o agresivo en los niños, hoy trataremos los efectos de un entorno de alcohol y drogas.
– Un entorno en el que se consume drogas y alcohol de forma normal ante los niños les da la sensación de que es fácil, cercano y en ocasiones, inocuo.
– Los niños no perciben los peligros del consumo hasta que son más mayores, lo relacionan a un problema de comportamiento más que de salud.
– Rechazo a la autoridad y falta de respeto. Si los padres no se comportan como una autoridad a respetar, los niños no pueden repetir ese comportamiento en la guardería, en la escuela o con otros miembros de la familia.
– Comportamiento agresivo.
– Cambios en los hábitos de higiene, sobre todo cuando los niños son pequeños y sus padres les descuidan por estar consumiendo o por haber consumido algo que les distrae de sus obligaciones.
– Reacción defensiva y agresiva si se habla sobre alcohol y drogas en su presencia.
– Problemas a la hora de seguir la rutina escolar natural, sobre todo si sus padres tienen un comportamiento errático en el trabajo o con sus obligaciones.
– Déficit de atención e hiperactividad, sobre todo en edades tempranas.
– Problemas para socializar de forma normal con su grupo de amigos. Se convierten en niños más callados e introspectivos, que no muestran interés por nada y no se unen al grupo.
– Imitación de patrones de conducta de los padres.
– Baja seguridad en sí mismos y en los referentes paternos. Los padres no han fomentado su amor propio y se sienten maltratados y solos. No confían en nadie, les cuesta abrirse a un adulto porque creen que les va a fallar.
– Depresión infantil y juvenil.
– Tendencia a desarrollar ciertos problemas psicológicos derivados de la ansiedad, incluso trastornos alimenticios.
– Somatización del estrés a través de dolores de espalda, contracturas y dolor de cabeza.
– Con el tiempo, probable consumo de alcohol o drogas.
– Problemas para desarrollar relaciones afectivas sanas, ya que se ha crecido en un ambiente hostil y con relaciones ambiguas y desatendidas entre padres e hijos.
Estos efectos dependen mucho si son los dos padres quienes abusan de estas sustancias o solo uno, la edad de los hijos cuando sus padres tienen este comportamiento, su situación económica, si hay apoyo familiar (tíos, abuelos…) o si es inexistente, si ha habido más problemas de este tipo en otras generaciones familiares, si también hay violencia física o verbal, si se ha intervenido de alguna forma a nivel institucional…