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19 AGO
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Los divorcios son muy duros para las parejas, pero más para los hijos que tienen en común. Las cifras de rupturas de parejas aumentan poco a poco cada año y los efectos que esto tiene sobre los hijos es muy evidente, además de mayoritario.

Para los hijos, que sus padres se divorcien supone muchas cosas a nivel emocional, social y de influencia. Lo primero de todo, una de las figuras, mayoritariamente el padre, suele ‘desaparecer’ de la vida diaria del niño para solo visitarle cuando corresponda, por ejemplo fines de semana o entre semana.

Esto supone que esta persona no influye ya de forma directa en el día a día del niño y en sus problemas más habituales, solo de forma puntual. Además, si no hay concertadas muchas visitas, el progenitor puede optar por ser más benevolente y no corregir tanto al hijo, puesto que le ve poco.

El niño también puede sufrir la convivencia forzosa con otras personas de su familia con las que no ha elegido vivir ni está acostumbrado. En ocasiones, el tiempo que pasa con el padre debe pasarlo en una casa que no es la suya, sino la de algún familiar, donde no se siente tan cómodo.

O quizás, si se queda con la madre, debe convivir también con abuelos o tíos que están ayudando a que salga adelante el nuevo núcleo familiar, quizás en contra de los deseos del niño.

El divorcio puede suponer a su vez un cambio de residencia, de ciudad, de colegio y por lo tanto, de amigos y de entorno conocido, con el trastorno que ello supone y con el impacto que tiene en su desarrollo.

En ocasiones, si el divorcio se ha producido porque el padre o la madre tienen una nueva pareja, también se introduce en la vida del pequeño una nueva persona, que cambia de forma radical la relación y la percepción del niño y su progenitor.

Si el divorcio ha sido traumático, a su vez el niño puede estar conviviendo con una persona deprimida, triste, hostil y llena de rabia por la separación. Este mal ambiente puede reflejarse también en la relación de los padres, con discusiones y desencuentros, con problemas para compartir la custodia o para ponerse de acuerdo en asuntos importantes de la vida del pequeño.

¿Cuáles son los efectos de todas estas posibilidades en un niño?

  • Problemas emocionales. Es posible que el niño tenga ansiedad, tristeza, abatimiento, miedo…
  • Problemas de conducta. Para llamar la atención y reclamar más actividad en torno al niño, este puede optar por portarse mal, hacer cosas que nunca ha hecho, imitar los enfados y las riñas de los padres…
  • Peor rendimiento en el colegio.
  • Dificultades para relacionarse, sobre todo si ha cambiado de colegio o de residencia.
  • Más adelante, suelen tener ciertas reticencias a creer en el concepto de la pareja, de la confianza y del compromiso.

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