
Un niño sin autoestima es un ser que no se siente valorado y a la vez, que percibe que no tiene nada bueno que dar ni ningún tipo de fuerza para acometer los proyectos que tenga delante.
Si el niño tiene esta percepción, crecerá con las mismas carencias, potenciadas de forma que se convierta en un adulto lleno de miedos, inseguridades, dudas y con un comportamiento errante e influido por todo su alrededor.
Por ello, debemos potenciar desde muy pequeños la autoestima y su florecimiento en una personalidad fuerte y flexible, llena de amor y cariño, consciente de si misma y con ganas de mejorar y ofrecer lo mejor de uno mismo.
¿Cómo fomentamos que el niño tenga una autoestima fuerte?
Un entorno lleno de amor y seguridad es el comienzo de una autoestima fuerte. El niño debe sentir amor y seguridad en su entorno más cercano. Las personas que le rodeen deben enseñarle a conversar, a valorar su opinión y a escuchar a los adultos, respetando cada una de las respuestas.
El colegio es el siguiente ámbito en el que el niño tiene la oportunidad de crecer con una buena autoestima. Los educadores deben ensalzar las cualidades, potenciarlas, hacerles sentir valiosos y capaces de todo. Los errores deben ser tomados como oportunidades para aprender y mejorar, sin humillaciones o comentarios despectivos.
Los padres deben dedicar tiempo a los niños, demostrarles que su compañía es valiosa, que su actitud también y cómo las riñas o los enfados pueden resolverse sin mayores complicaciones, explicando qué se ha hecho mal, porqué no debe hacerse y ayudándole a mejorar.
Observar a los pequeños de la casa es muy importante para averiguar en qué destaca, qué aficiones tiene y qué talentos puede desarrollar y así ayudarle a crecer de forma creativa, demostrando que tiene potencial y valor.
En el caso de tener varios niños en casa, hay que evitar las comparaciones o ensalzar más a uno que a otro. Cada pequeño lleva su ritmo y tiene habilidades distintas.
Un niño se siente amado cuando se le confían responsabilidades. Pedirle que tenga tareas propias es decirle, a través de una acción, que los padres lo consideran capaz de hacerlo, que es mayor y responsable, que poco a poco va asumiendo un papel más importante.
A su vez, reforzar cuando hace algo bien y cuando completa sus tareas es muy importante. Debemos preguntarle cómo lo ha hecho, cómo se siente, cómo cree que ha mejorado. Escucharle y darle atención es el mejor premio y ese refuerzo provocará que cada vez sea más sencillo que adquiera responsabilidades.
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