
El acoso escolar o bullying es un fenómeno de violencia que se da en el colegio e instituto entre compañeros de la misma edad. Puede darse de muchas formas, a través de la violencia física, maltrato verbal, acoso cibernético, manipulación, inducción al aislamiento…
Es un fenómeno muy de actualidad y que preocupa mucho a padres y docentes debido al dimensionamiento que está tomando por las redes sociales y el uso de smartphones.
Se habla mucho de cómo detectar si un niño o un joven está siendo acosado, cómo examinar su comportamiento para encontrar indicios de que pueda estar siendo molestado en el colegio o a través de las redes sociales.
Pero se habla menos de qué hacer para detectar a un niño acosador. Lo primero que hay que saber es que el hijo imita comportamientos de sus padres, sus dinámicas de resolución de conflictos y su vocabulario, en muchas ocasiones.
Los expertos señalan varios indicativos que nos pueden señalar a un niño como posible acosador. Suelen ser niños con escasa empatía. No se implican en los sentimientos de otros y les cuesta mucho ponerse en la piel de otras personas, tanto para lo bueno como para lo malo.
Por ello no suelen sentir arrepentimiento cuando hacen algo malo, porque eso implica comprender que hemos hecho sufrir a otra persona.
Suelen ser niños que no controlan su estado de ánimo y tienen estallidos de rabia e ira por cualquier motivo, enfadándose con facilidad cuando las cosas no son como quieren, cuando no se les da lo que piden o cuando los demás no hacen lo que ellos desean.
De este rasgo se extrae además sus posibles problemas para reflexionar sobre su conducta y las consecuencias de la misma, por lo que no las valora cuando actúa y para él no tienen relación de ninguna clase.
A su vez, sus estallidos de rabia están conectados con una percepción errónea de que todo el mundo está en contra de él y que solo él tiene razón. Su agresividad verbal o física es una defensa de su propia opinión, que necesita imponer sea como sea.
Los estallidos de ira y enfado tienen también como base la incapacidad del niño de resolver un conflicto de forma pacífica y racional, ya que entra muy rápido en una espiral de frustración, esté con quien esté.
Todo este comportamiento suele estar a su vez entroncado en una profunda baja autoestima, que le obliga a ponerse por encima de los demás como sea para demostrar su poder y su valor. Además, siempre quieren ser los protagonistas y hacen un notable esfuerzo por hacerse notar a través de una conducta dominante y agresiva.
Los niños o adolescentes que acosan a su vez suelen sentir desprecio por la autoridad y por las figuras de autoridad. Los padres y profesores deben trabajar de forma conjunta para detectar cuanto antes estos rasgos y tratarle para que mejore su conducta.
Es muy posible que necesite ayuda profesional para reforzar su autoestima, trabajar sus habilidades sociales (empatía sobre todo), para manejar los enfados y para dialogar de forma correcta.
Comentarios